Contigo aprendí
que una cama llena de vacíos
no cura las heridas.
Que la soledad
aunque sea compartida
es soledad.
Aprendí a cuidar las cicatrices
–lo poco que queda de ti–.
Y a sentirlas, aún abiertas.
Ni las balas duelen tanto
cuando disparan a matar.
Aprendí cayendo
que a querer se aprende lento
y sin quererlo.
De ti lo aprendí.