A través de la ventana puedo ver el mar, rompiendo contra la orilla. Las cortinas blancas oscilan, como si bailaran. Respiro la brisa, que huele a sal.
Algo me hace sentir que estoy en casa.
Hay una música que se repite, una y otra vez. Es música de piano.
Eres tú la que está tocando. No puedo verte, pero sé que eres tú. Sé que estás conmigo, porque puedo sentirte.
Porque tu música es solo tuya.
Miro hacia el horizonte, donde la línea azul del agua se junta con la línea blanca del cielo. Creo que tú me miras a mí, pero no puedo estar seguro, porque no puedo verte.
Tú no dejas de tocar. Nunca dejarás de hacerlo. Y eso me tranquiliza, hace que me sienta seguro.
Acompaño la música con un leve movimiento de cabeza. Me gusta escuchar, porque eres tú la que toca.
Aunque sigo sin verte. Y quiero girarme. Quiero caminar hacia ti, darte un beso y hacerte lo que tú haces conmigo.
Pero no puedo.
Así que sigo mirando hacia la ventana, mientras se oscurece la tarde. Mientras el sol se pone y hace que llegue la noche, lenta, como tu música.
Es la melodía que siempre he querido escuchar.
La tuya.