En el amor también debería apostarse a doble o nada. ¿Que tú me quieres? Pues yo te quiero. ¿Que tú me odias? Pues yo te odio.
Debería apostarse a que fuese doble, o a que nunca fuese.
Porque, si no es a doble o nada, si es que tú nada y yo todo, o tú todo y yo nada, o que tú poco y yo mucho, o tú mucho y yo poco; entonces, no es amor. O no debería serlo.
Sólo debería ser amor cuando, si se ha de ganar, ganamos los dos. Y, si se ha de perder, ninguno pierde.
O doble, o nada.
Y, así, nada sería, si no tuviese que ser. Y, todo lo que tuviese que ser, sería.
¿Quién no lo arriesgaría todo, si fuese a doble o nada?