Todo lo que pudo haber sido

La nuestra fue una historia triste.

Fue una historia triste porque no supimos que nos queríamos hasta que nuestros besos empezaron a saber a besos de otros. Y entonces comprendimos que nos habíamos querido, pero que ya habíamos dejado de hacerlo.

Lo supimos demasiado tarde.

Lo supimos cuando ya no quedaba nada de nosotros. Cuando ya no podíamos volver a construir lo que se había roto, porque ya sólo quedaba tiempo para últimas veces.

Y entonces descubrimos que, aunque a querer se aprende lento, a dejar de hacerlo se aprende rápido. Y rápidamente dejamos de querernos.

Rápidamente nos olvidamos —olvidar: qué palabra más sucia—.

Y ahora ya sólo queda la nostalgia. Ya sólo queda todo lo que fue.

Ya sólo queda todo lo que pudo haber sido.

(Y el miedo a que nunca lleguemos a descubrirlo).