La herida de vernos caer

Del vértigo aprendí que el suelo está más cerca de lo que parece. Lo aprendí cayendo, el día que aprendí que a querer se aprende lento y sin quererlo. El mismo día que perdí el miedo y me eché a volar.

Me eché a volar porque lo único que podía perder era aquéllo que aún me quedaba por ganar. Me eché a volar porque lo poco que sabía de la vida era que todavía no sabía nada.

Y descubrí que había mundos de los que nunca había oído hablar. Mundos como el de tu boca, como el de tus piernas. Mundos en los que todos quieren entrar, pero de los que nadie puede salir.

Supe entonces que cada vuelo tiene un precio, que es más alto cuanto más alta es la caída. El mío fue la herida de vernos caer.

Te dije que no te olvidaría, porque lo difícil sería olvidarte.

Tú me dijiste que volverías. Yo lo único que espero es verte volver.