Para la niña de los ojos bonitos

Los ojos no saben mentir. Los tuyos, al menos, no saben hacerlo; sólo hay que saber mirarlos.

Yo aprendí a aprenderlos y ahora ya sé que hay más verdad en unos ojos que intentan mentir que mentira en unas palabras que no dicen nada. Porque dicen más dos ojos que se miran que todas las palabras que se dicen.

Hay miradas que sólo se explican con miradas: la mía sólo se explica cuando mira a la tuya, la tuya sólo se explica cuando la mira la mía.

También hay miradas que intentan ser palabras: la mía no sabe callarte, la tuya nunca deja de hablarme de ti.

Ahora que la conocí no quiero dejar de mirarla. Ahora que sé de ti, niña de los ojos bonitos, no quiero aprender más miradas.

Nunca dejes de mirarme de la manera en que me miras.