Somos productos hechos para el consumo, y las redes son nuestro escaparate.
En las redes nos exhibimos como la mercancía que los demás quieren comprar, nos mostramos como el modelo arquetípico de lo que necesitan en sus vidas.
Pero el problema no es tanto lo que vendemos como lo que compramos, porque ahora necesitamos creernos el mundo irreal que construimos con nuestras mentiras. Necesitamos engañarnos para creer que podemos ser perfectos.
Nos estamos estafando a nosotros mismos.
Algún día entenderemos que estábamos equivocados. Que no necesitábamos ser perfectos: necesitábamos ser felices. Y no sólo aparentarlo.